4 de mayo de 2008

¿Son más felices los de derechas?

En una serie de artículos en Freakonomics de Arthur Brooks, se observa que desde hace años, en encuestas nacionales bien diseñadas en USA, los conservadores tienden a mostrar un mayor nivel de satisfacción con sus vidas que los liberales (izquierda americana), de forma muy significativa, e independientemente de factores como nivel de ingresos, educativo, raza , sexo y edad (aparte de la diversión que les producirá ahora mismo la lucha en el barro entre Clinton y Obama). Parece ser que una gran parte de esa variación puede explicarse a partir de la mayor religiosidad de los conservadores; ya se sabe hace tiempo que la religiosidad se relaciona con mayor satisfacción vital, quizás por factores relacionados con ciertas experiencias religiosas, con el sistema de creencias estable que configura el dogma religioso y la moral asociada, o porque refuerza una red social específica y sólida (especialmente en USA, país del melting pot sujeto a dinámicas religiosas muy arraigadas y que estructuran intensamente a su sociedad).

En la tercera entrega, señala que Daniel Kahneman, profesor de psicología más conocido por su premio Nobel en Economía en 2002 , sugiere que puesto que la derecha suele considerar que cada uno obtiene lo que merece en función de su esfuerzo y minimiza la injusticia en el mundo, a poco que uno esté bien posicionado tiene mayor tendencia a la satisfacción con la vida que alguien en la misma situación afortunada que considere que el mundo es básicamente injusto. Otro psicólogo, P. Tetlock, supone que la felicidad de la derecha reside en su visión más simple y dicotómica del bien y el mal (¿menos ansiedad existencial?). El propio Brooks, que publica ahora un libro sobre el tema (Gross National Happiness), se basa en encuestas recientes que muestran que, efectivamente, el votante de derechas americano cree con más firmeza en la capacidad de afrontar la adversidad vital con esfuerzo y perseverancia, y en estar menos limitados por las circunstancias: digamos que poseen un estilo atribucional interno y por tanto supongo que mayor expectativa de autoeficacia, que viene a ser uno de los conceptos más interesantes que ha dado la psicología en el estudio del cambio y el éxito personal.

De todas maneras, creo que seguiré siendo algo zurdo y alérgico a las iglesias.

En la cuarta entrega sobre el tema, se confirma que además los extremistas o radicales son más felices (o se reconocen así en las encuestas) que los moderados: probablemente si la religiosidad es una de las claves, el radicalismo (de cualquier tipo) sea una forma de religiosidad pagana que explica el fenómeno. Al final va a ser verdad aquella frase tan cierta de que la salud mental es un simple acto de fe. Lo difícil es elegir convincentemente en qué tener fe.

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