17 de julio de 2009

"Hay que vivir ingenuamente, y lo digo sin ingenuidad"

Javier Sádaba, catedrático de Ética


67 años. Nací en Vizcaya y vivo en Madrid. Doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Teología y catedrático de Ética.

¿Sigue preguntándose sobre el sentido de la vida?
Tenga sentido o no, es la pregunta fundamental. Hay que preguntarse seriamente si podemos sacarle jugo a esta vida.

En eso estamos todos.
Sí, pero lo que más nos importa se nos suele ir por las rendijas de la trivialidad: al margen de que uno sea futbolista o ajedrecista, nuestra felicidad depende de cómo posamos el pie en este mundo.

Aprendemos caminando.
Hay que tener muy despierta la inteligencia y la sensibilidad, porque hay cantidad de estímulos que nos vienen de fuera y que deberíamos aprovechar. Hay que estar como los indios: con la oreja siempre pegada al suelo. Y me parece decisivo tener carácter, es decir, querer estar bien, no dejarse llevar por los acontecimientos, ir directamente a las cosas con una voluntad fuerte.

Eso es tarea de una vida entera.
La vida buena, la felicidad, hay que currársela, no viene dada como un don del cielo. Y al final lo que uno hace es respirar bien: algo que está en potencia y uno lo pone en acto.

¿Con qué herramientas contamos?
Al final el objetivo es llegar a ser tú mismo, construirte, y para ello es necesario conocerse bien, saber lo que uno puede, cuáles son sus poderes, y desechar lo que no puede. Otra es saber estar bien con los demás.

Eso es muy difícil.
Habría que repetir una y mil veces aquella frase de Bergamín: "Sólo los solitarios son solidarios".

Hay que empezar por uno mismo.
Hay que saber de uno y, después, saber salir a los demás. Si uno es egoísta, aparte de que no hay nada más feo, se achica a sí mismo. Uno crece si crece con los otros. Desarrollar un altruismo inteligente es al final lo que merece la pena.

¿Qué impide la buena vida?
Aparte de uno mismo, en esta época sobreestimulada, ir deprisa por la vida y cierta patología sociopolítica que nos está hundiendo, que ha extendido el reino de la mentira, que valora muy poco a la gente por lo que ella pueda dar. Se trata de un paternalismo desilustrado.

Eso suena terrible.
En los países desarrollados hay un desequilibrio entre el desarrollo tecnocientífico y los sentimientos morales. Una inmensa disfunción entre lo que podríamos hacer y lo que hacemos.

Ponga el énfasis...
Lo pondría en la sensibilidad y los sentimientos, que son la llave para entrar en la vida buena, en nosotros y en los otros, y como guía la inteligencia, que es esclava de las pasiones pero siempre es un gran faro.

¿Y por qué estamos tan perdidos?
Deberíamos reflexionar más sobre aquello que está en nuestras manos hacer y crear unas relaciones mucho más auténticas. Hemos sido cómplices de unas instituciones que no han sabido hacerlo, y por eso estamos tan perdidos.

Igual lo que habría que hacer es eliminar unas cuantas.
El fracaso del avance democrático tiene mucho que ver con la alienación política de las instituciones, que en vez de ser los depositarios de la voluntad popular se han convertido en los que mandan e imponen sus intereses. Yo abogo por la abstención consciente.

... Pues le llamarán inconsciente.
La vida política se ha convertido en una noria de la cual no se sale: vienen unos, luego los otros, y todos son muy parecidos. La única forma de liberarse sería crear semilla en la sociedad, que cada uno viera que la vida política no va a cambiar desde la política, sino desde la acción cotidiana.

Usted dice que todos nacemos con un don, ¿está seguro?
Como decía Descartes, todos somos muy parecidos en inteligencia, pero después es una cuestión de disciplina, suerte y saber estar. La gente tiene capacidades ocultas que bien aprovechadas te pueden hacer la vida feliz.

¿Y para descubrir ese don?
Por una parte está el pensar, el ver como decía Wittgenstein, traspasar las cosas. A veces, callarse y esperar, y la gran mayoría de las veces, callarse y escuchar, fuera y dentro.

Yo, que me paso la vida escuchando, le diría que la acción es básica.
Sí, Wittgenstein decía que un concepto que no se aplica es vacío. Al final hay que comprometerse, hay que jugársela. Uno de los aspectos más deleznable de nuestros días es que no nos la jugamos, hay un miedo difuso que es paralizante. Todo el mundo teme salirse de la raya, ser considerado incorrecto, y las cosas cambian cuando uno actúa en consecuencia con lo que piensa.

¿Persigue la inocencia?
Persigo por lo menos la disposición a la inocencia: saber que las cosas pueden ser de otra manera. "Hay que vivir ingenuamente, y lo digo sin ingenuidad", decía Dostoyevski. De tonto no hay que ir, pero sí esperando siempre lo mejor de los otros, por lo menos como actitud de entrada.

¿El valor supremo?
Lo más artístico e interesante que hay en la vida es construir la propia bondad. El bueno inteligente es la más rara avis que existe, y ese me parece el valor supremo.

¿Y el humor?
Hay un nexo importante entre el humor y el amor, no sólo porque el humor es lo más erótico que existe, sino porque una persona con mucho humor es persona empática.

9 comentarios:

todopsicologia 17/7/09 16:17  

Que bueno.......
Gracias.

gox 17/7/09 17:15  

Me gusta mucho tu blog.

CCA 18/7/09 00:09  

leer esto fue una delicia... la tira cómica... también deliciosa...

keep up the good work!

(esto último suena de lo más paternalista, sorry).

Gustavo Psicólogo LP 18/7/09 09:10  

Me alegro que les sepa bien...por cierto, el mérito es de un paciente (gracias Isidro); uno acaba recibiendo en terapia también (qué buena señal).

Arturo Goicoechea 19/7/09 08:19  

El altruismo está promovido biológicamente en nuestra especie pero hay una cultura de la plusvalía que nos incita a optimizar el aprovechamiento del otro.

También hemos perdido referencia del medio y largo plazo a favor de sacralizar el presente.

Sobre la "pedagogía" sociopolítica creo que hay una cierta hipocresía en culpar (merecidísimamente) a los políticos a la vez que los ciudadanos desarrollamos conductas similares a las que criticamos.

En definitiva, es urgente la autocrítica en varios planos.

Gustavo Psicólogo LP 19/7/09 12:28  

Me gusta mucho la expresión "cultura de la plusvalía".
Sobre la sacralización del presente, yo matizaría además "sacralización hedonista del presente", y en relación a esa cultura de plusvalía; después de todo la ansiedad tiene mucho que ver con anticipar futuros desde lo doloroso/aversivo.
El otro día leí a uno que decía que lo fastidioso de la corrupción era que no le dejaran participar a él.
Saludos.

Arturo Goicoechea 19/7/09 18:54  

Por supuesto, el presente contiene siempre la carga emocional, erótica (potencialmente tramposa) de la inmediatez.

mirabeau 21/7/09 15:26  

Brillante artículo.

En una de mis muchas conversaciones con mi padre, me preguntó acerca de la existencia/ausencia de angustia en países subdesarrollados.

Por lo que a mis conocimientos de África respecta (y tratando de no ser pretenciosa, ya que tampoco soy ninguna experta) encuentro en la "no-fatalidad" de algunas religiones, en concreto de la musulmana, algo que me ha sorprendido enormemente – para bien. Me explico. La muerte no es concebida como algo fatal, sino que está incorporada al ciclo de la vida. Uno nace, se reproduce (trata de hacer fortuna) y muere. Cuenta el momento y el ahora, no anticipándose nunca acontecimientos.

Bien si esto tiene su lado negativo, es decir, cruzar la calle sin mirar, actuar de un modo más instintivo, no prever las consecuencias de sus actos (Alá está con ellos), la otra cara de la moneda se traduce en una salud mental impecable. No pocas veces me ha pasado de preguntarle a alguien por el número de sus hijos y me responden con un "12... ah! no! 9, se me murieron 3". Y todo esto con una pasividad y falta de emoción, que llegaba - las primeras veces - a indignarme (oh! seres occidentales superiores).

Quizá ese "terrorismo" fatal de las culturas occidentales (ponte el cinturón, no bebas de este agua, no hagas esto o lo otro) hace que las personas se vean muchas veces atemorizadas por la propia existencia. Del miedo e incertidumbre a la angustia hay una delgada línea de separación.

Esa inocencia de la que habla el artículo, ese no adelantar finales trágicos para vivir con salud (mental) la encuentro casi cada día en África.

Creo que ahí está la clave.

Muchas gracias por compartirlo.
Un abrazo

Gustavo Psicólogo LP 21/7/09 15:54  

Gracias por la reflexión, muy interesante y acertada.

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