15 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre la Suerte

El tema que a mí personalmente más interesante me parece, es el de esa Suerte conceptualmente pura: la casualidad significativa. Muchos personajes exitosos (desde Bill Gates a Bruce Willis, pasando por los Beatles, Oppenheimer, o miles de deportistas de élite que tuvieron la suerte de nacer justo después del mes de corte de los drafts escolares dándoles una ventaja madurativa por la cara - ver Outliers y The Drunkard's Walk) deben el éxito en parte a acontecimientos improbables; posiblemente una mayoría, sólo que, como con la Historia que parece inevitable después de vivida, sólo nos paramos a observar a los ganadores, o a los hechos acontecidos, pero no consideramos los muchísimos talentos extraviados que nadie reconoció y que todos ignoramos, o los cientos de combinaciones diferentes (mundos posibles) que pudieron darse antes de Stalingrado: es el sesgo de confirmación, que funciona hacia atrás y también, más catastróficamente, hacia adelante (el Cisne Negro de Taleb, en referencia a Hume: “De la observación de un sinnúmero de cisnes blancos no se podrá inferir que todos los cisnes son blancos; sin embargo, ver un solo cisne negro será suficiente para refutar semejante conclusión.”; a pesar de Popper somos pésimos científicos y unos verdaderos negados para la percepción del azar y de los mundos potencialmente posibles). La capacidad humana más notable bien puede ser la facultad de imaginar, anticipar, predecir, prever (irremisiblemente vinculada a sesgos de todo tipo al manejar la información, más aún en esta época de ruido); sin embargo, la vida es esencialmente menos predecible de lo que en nuestro zeitgeist pensamos (y por esto es una lástima que lo misterioso se haya convertido exclusivamente en enemigo en lugar de en inspiración y humildad).
Recuerdo un caso verídico que alguna vez comentaron de pasada en una clase en la facultad: un tipo intenta suicidarse desde un octavo piso, pero en su trayectoria se ve beneficiado de una serie de elementos azarosos (una cuerda de tender, un toldo de un bar) que hace que sobreviva
con un esquince. Unos meses después, el tipo se resbala de un pequeño taburete en que se apoyaba para pintar su casa, se golpea la cabeza en un objeto duro y muere instantáneamente. La vida, desde luego, no obedece mucho al sentido que le queramos imponer.


Una cuestión esencial es: ¿necesitamos esa ilusión de control o es un cableado nocivo? De acuerdo con que hay un beneficio antidepresivo en sentir que uno es capaz de influir en sus circunstancias; también de acuerdo en que la ilusión social equivalente (el American Dream) inmuniza contra la apatía social y el involucionismo. Pero éstas son también creencias potencialmente tóxicas, a saber: cuando generan expectativas irreales (esa extraordinaria profusión de literatura de autoayuda pueril), cuando nos culpabilizamos de no haber tenido éxito (qué coñazo ese ansia de logro), cuando aludimos a la terrible injusticia de que la vida sea injusta (¡quiero ver al encargado!), cuando insistimos rígidamente y no soltamos (dijo un sabio: el secreto de una buena vida es el arte de cooperar incondicionalmente con lo inevitable), incluso cuando renunciamos a la sorpresa y afeamos la existencia reduciéndola a lo seguro, lo cierto o lo previsible (invocando gurús expertos en salvación, papá-estado, y aseguradoras del más acá y del más allá) .
En otras palabras: parece necesario Creer pero es muy difícil Saber. Es importante Buscar, pero también poder No-encontrar. Si bien el Control (y su finalidad plausible: el Éxito) es un concepto valioso en el arte de saber vivir, es también un excelente caballo de Troya de la angustia de estar vivo, particularmente cuando se convierte en necesidad; aunque infravalorada y con un marketing pésimo, me intento quedar con la Confianza (y su soporte: la Intención), más abierta, menos egoica, más vital (y da permiso al error, a la imperfección; menos mal). Es en este sentido que supongo que los estudios de Wiseman tienen una conclusión útil: la vida tiende a devolverte más y mejor si te expones más y mejor a la vida misma (sin libro de reclamaciones; haz lo que puedas).


He aquí algunas reflexiones de mentes más lúcidas y mejor articuladas que la mía:

Hay otras razones por las que ahora sentirse tranquilos es más difícil que nunca. Una de ellas, y es paradójica porque está vinculada a algo más bien agradable, es la esperanza que todos tenemos en nuestras carreras. Nunca antes habían sido tan altas las expectativas de lo que los seres humanos pueden lograr durante sus vidas. Se nos dice, desde muchos sitios, que cualquiera puede lograr lo que sea. Nos hemos librado del sistema de castas. Ahora estamos en un sistema en el que cualquiera puede elevarse a cualquier posición que guste. Y es una idea hermosa. La acompaña un espíritu de igualdad, todos somos básicamente iguales. No hay jerarquías claramente definidas. Hay un problema muy grande con esto y ese problema es envidia. Envidia, es un auténtico tabú mencionar a la envidia, pero si hay una emoción dominante en la sociedad moderna, es envidia. Y está vinculada al espíritu de igualdad. [...]

Cuando vas a una librería grande y miras la sección de auto-ayuda como yo a veces hago si analizas los libros de auto-ayuda que se producen actualmente, son básicamente de dos tipos. El primero te dice: "¡Puedes hacerlo! ¡Puedes triunfar! ¡Todo es posible!" y el otro tipo te dice cómo lidiar con lo que educadamente llamamos "baja autoestima" y descortésmente es "sentirte fatal contigo mismo". Existe una auténtica correlación entre una sociedad que le dice a la gente que pueden hacer cualquier cosa y la existencia de la baja autoestima. [...]

Tomemos a la meritocracia. La idea de que todos merecen llegar a donde llegan. Creo que es una idea descabellada, totalmente descabellada. Apoyaré a cualquier político de izquierda o derecha que tenga una medio decente idea meritocrática. Soy un meritócrata en ese sentido. Pero creo que es demente creer que alguna vez construiremos una sociedad genuinamente meritocrática. Es un sueño imposible. La idea de que haremos una sociedad donde todos sean evaluados literalmente, los buenos en la cima y los malos en el fondo, y que sea hecho exactamente como se debe, es imposible. Simplemente hay demasiados factores aleatorios. Accidentes: de nacimiento, cosas cayendo en la cabeza de la gente, enfermedades, etc. Nunca evaluaremos a las personas como se debería. Me atrae una encantadora cita de San Agustín en "La Ciudad de Dios" que dice: «Es un pecado juzgar a cualquier hombre por su puesto». [...]

He aquí un descubrimiento que he hecho sobre el éxito. No puedes tener éxito en todo. Oímos hablar mucho sobre el equilibrio entre vida y trabajo. Tonterías. No puedes tener todo. No puedes. Así que toda visión del éxito debe admitir qué está perdiendo y dónde está la pérdida. Y creo que toda vida sabia aceptará que habrá un elemento donde no estamos triunfando. [...]

Siempre debemos recordar que quien sea que tengamos enfrente, lo que sea que haya pasado en sus vidas, habrá un fuerte elemento de azar, y es eso para lo que intento dejar espacio porque de otra manera se vuelve muy claustrofóbico.

Alain de Botton;
A kinder, gentler philosophy of success (TED talk)


-Hay algo que ya por ahora debías tener en cuen­ta -dijo don Juan-. Yo lo llamo el centímetro cúbico de suerte. Todos nosotros, guerreros o no, tenemos un centímetro cúbico de suerte que salta ante nuestros ojos de tiempo en tiempo. La diferen­cia entre un hombre común y un guerrero es que el guerrero se da cuenta, y una de sus tareas consiste en hallarse alerta, esperando con deliberación, para que cuando salte su centímetro cúbico él tenga la velocidad necesaria, la presteza para cogerlo.

"La suerte, la buena fortuna, el poder personal, o como lo quieras llamar, es un estado peculiar de co­sas. Es como un palito que sale frente a nosotros y nos invita a arrancarlo. Por lo general andamos de­masiado ocupados, o preocupados, o estúpidos y pere­zosos, para darnos cuenta de que es nuestro centímetro cúbico de suerte. Un guerrero, en cambio, siempre está alerta y duro y tiene la elasticidad, el donaire necesario para agarrarlo."

-¿Es tu vida dura y ajustada? -me preguntó de pronto don Genaro.

-Creo que sí -dije con convicción.

-¿Te crees capaz de coger tu centímetro cúbico de suerte? -me preguntó don Juan con tono in­crédulo.

-Creo hacerlo todo el tiempo -dije.

-Yo creo que sólo te tienen alerta las cosas que ya conoces -dijo don Juan.

Carlos Castaneda; Viaje a Ixtlán


Cuando Tomás regresó de Zurich a Praga, le invadió una sensación de malestar al pensar que su encuentro con Teresa había sido producido por seis casualidades improbables. ¿Pero un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo? Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. [...] No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos.

...Por eso no es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las casualidades, pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.

Milan Kundera; La insoportable levedad del ser

2 comentarios:

todopsicologia 15/9/09 22:24  

O como digo yo mismamente, "no hay mérito en nada de lo que he hecho,ni en nada de lo que puedo llegar a hacer", es decir, no somos nada y hacia la nada viajamos a toda velocidad. Precisamente me parece que las pesadillas mas terroríficas urdidas por el hombre, han venido por parte de gente valiente y con muy alta estima de si mismos. Esos son peligrosos. No digo qeu sea convieniente tener una estima hacia si mismo conveniente, lo que digo es que es conveniente ser consciente de lo limitaditos qeu somos cuando nos enfrentamos a determinados temas.
Y como bien decía Popper, al ser dicho todo esto por un ser humano, no merece ser muy tenido en cuenta.
Magnifica entrada.
Un saludo.

todopsicologia 15/9/09 22:27  

Leñe con las conveniencias, este déficit de atención con hiperactividad mío se agrava...
Donde dice "tener una estima hacia si mismo conveniente" debería decir "estima hacia si mismo rastrera".

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