28 de octubre de 2012

Dependencia emocional


Otro ejemplo podría ser el dolor intenso por la rotura de una relación amorosa. Resista usted a lo que le insinúen su razón, su memoria y sus amigos bien intencionados que quieren meterle en su cabeza que dicha relación ya hacía tiempo que estaba quebrada sin remedio, y que usted mismo se preguntaba con frecuencia a regañadientes cómo lo haría para salirse de aquel infierno. Simplemente, no les dé crédito a los que le dicen que la separación es con mucho un mal menor. Convénzase más bien por enésima vez de que un «nuevo arreglo» serio y sincero constituiría esta vez el éxito ideal. (Sin duda, no lo será.) Déjese guiar, además, por la siguiente reflexión eminentemente lógica: si la pérdida del ser querido es tan infernalmente dolorosa, qué delicia celestial no será el nuevo encuentro. Apártese de todos sus amigos, quédese en casa junto al teléfono, a fin de que, si sonara su hora afortunada, esté usted disponible de inmediato y del todo.

En caso de que la espera se le haga larga en exceso, entonces la experiencia humana de tiempos inmemoriables aconseja trabar una nueva amistad que sea idéntica a la anterior en todos sus detalles (por distinta que ésta al principio le parezca).

El Arte De Amargarse La Vida (Paul Watzlawick)




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