22 de febrero de 2012

Mindfulness (sin copyright)


“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa.”
José Ortega y Gasset

Lennon - musicphilosophy
   Mindfulness: la gran fuerza de los “nuevos” desarrollos en psicoterapia. Suena bien, suena sofisticado, pero por supuesto, no es nada nuevo: la atención flotante y la libre asociación freudianas (aunque parece ser que Freud consideraba la meditación como regresión), la fusión psicoanálisis-zen de Fromm, la psicología humanista de Rogers en torno a la aceptación, o las técnicas de Gestalt y focusing, podrían entenderse como aproximaciones al mindfulness; los poderes cognitivistas simplemente lo empaquetan mejor (y en su defensa, lo intentan entender con más rigurosidad también). Mi interés personal en concreto nació de cierta asistencia regular a Casa del Tibet de Barcelona hace bastantes años (antes y después de un viaje a India, que también sumó) y la comprensión lúcida que encontraba en las reflexiones (y práctica) desde la meditación y el abhidharma sobre el funcionamiento mental que por simplicidad, coherencia y practicidad me ayudaban mucho (principalmente al trabajar en ansiedad y personalidad). Es, en cualquier caso, una perspectiva creo que muy interesante como parte del camino que pretende tomar la psicoterapia en el s XXI.
   Efectivamente, desde la tradición hindú del Yoga, y particularmente desde el eje de la filosofía budista en sus distintos caminos de práctica meditativa (Zen, Vipassana), pasando por la filosofía estoica o las prácticas de la contemplación en el cristianismo, el concepto esencial del mindfulness lleva mucho dando vueltas. La aportación más relevante desde la psicología moderna parece ser el mantenerse al margen de consideraciones religiosas en que naturalmente se había desarrollado el mindfulness, y la intención de estudiarlo bajo una aproximación científica.
Atención estándar
   En este sentido, quizás aún se deba definir con precisión qué es el mindfulness, y qué lo compone. El mindfulness puede entenderse como un prestar atención de una manera particular: al momento presente, de forma deliberada, y sin enjuiciar. Hay pues dos componentes: la toma de conciencia deliberada de lo que existe en el momento presente, más una actitud de aceptación o no-juicio sobre lo atendido. Estos dos componentes, que parecen independientes, aportan de maneras distintas a distintos procesos de cambio. Luego, queda la cuestión de si la atención ha de ser amplia y sin foco explícito (como corresponde a la pretensión de conciencia plena de la experiencia, y que conforma el mindfulness propiamente dicho) o ha de ser de alguna manera dirigida o concentrada (que posiblemente se parecería más a los procesos hipnóticos – en este caso autohipnóticos- y puede tener que ver con la posible explicación del EMDR). Estas dos vertientes (atención abierta y cerrada) también se encuentran en las tradiciones meditativas: insight versus concentración.
   Intentando entender qué supone el proceso de mindfulness en psicoterapia, me asaltan ciertas ideas como posibles claves actitudinales (no independientes ni exhaustivas, pero prefiero sugerir desde lo observado y sin demasiada tensión analítica):
·         una clave temporal: centrarse en el presente, y con ello anular la divagación mental sobre pasado/futuro (irrealidad)
·         una clave experiencial: se atiende y potencia la experiencia en sí, y por tanto se cancelan las evitaciones/escapes que son reacción mental habitual ante el malestar y que tienden a mantenerlo.
·         una clave sobre el control: se renuncia al control directo, esforzado, sobre la experiencia. Se acepta la misma como es.
·         una clave sobre la vulnerabilidad: se permite la misma, se atraviesa el miedo a estar en posición de debilidad/fragilidad
·         una clave sobre la certeza del yo: se permite el no-saber, el dudar de las soluciones intentadas, el carecer de valoración definitiva
·         una clave sobre el proceso de cambio: observar y no intentar cambiar. En general, soltar lastre antes que hacer; aligerar antes que intentar.         

   Esta suma genera cambio terapéutico en su sentido más general y consensuado: primero convierte lo no consciente (en sentido de automático) en consciente; luego esta conciencia cancela el canal habitual (automático de nuevo) de procesamiento cognitivo: definición/ explicación/ expectativas/ conclusiones/etc  y de reacción (acción refleja, no deliberada) y empuja a un no-saber/no-juzgar que resetea el afrontamiento (problemático) por defecto. En ese espacio sin reacción se puede entonces curiosear e indagar (desde la intención y cierta distancia emocional pero sin la angustia del tener que) nueva información/nuevas perspectivas/nuevos matices emocionales liberados de pre-juicio y por tanto más simples, más limpias, más reales, menos racionalizadas, más organísmicas…De ahí, es más simple poder generar, además con la sensación de hacerlo desde la responsabilidad personal (y la atribución interna), otras respuestas que induzcan cambio, y éstas reinician el ciclo. Hay subprocesos posiblemente diferenciables que de alguna manera repercutirán diferencialmente sobre distintos fenómenos objetivo (exposición y relajación sobre mecanismos fóbicos y de ansiedad; validación e integración de percepciones emocionales en dinámicas límites; descentramiento y reconstrucción cognitiva y conductual en procesos adaptativos bloqueados; etc).
insight habitual
   Si uno observa ese ciclo, esto es mucho más común a la psicoterapia per se que a una escuela (transformar lo no consciente en conciencia; cambiar la reacción por acción; romper esquemas repetitivos anquilosados y rehacerlos con información propia nueva; permitirse experimentar para aprender;…). Quizás de hecho, la importancia particular del mindfulness es el concepto de integración no ecléctica que supone; la capacidad de sumar piezas coherentes a partir sobre todo, en mi opinión, de una idea esencial en la psicología budista y muy relevante en la psicoterapia moderna: no somos nuestros contenidos mentales (pensamientos, sensaciones, emociones): el cogito ergo sum queda cancelado; incluso cómo soy no es quién soy. De hecho, ahí radica la cierta perplejidad que me produce el ver el mindfulness fagocitado por el marketing cognitivo-conductual: donde éstos pretendían reorganizar de manera dirigida los contenidos mentales, particularmente de pensamiento (reestructuración cognitiva), el mindfulness en esencia aboga por crear una vacuidad, un descentramiento, una distancia de los contenidos (que desidentifica, y que también permite que éstos se renueven y reorganicen, sí, pero como un subproducto no deliberado). Claramente, no creo que sea una terapia, y tampoco creo que sea una técnica (aunque puede generar técnicas que estructuran): diría que es un observarse de otra manera, como algo que se desea comprender sin juzgar (ni explicar), y por tanto no pertenece a una escuela sino a un estilo: es, al menos en origen, una mirada y un conjunto de actitudes, y si se quiere, unos valores sobre qué es estar vivo. 
   Se aceptan sugerencias.

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