“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos
pasa.”
José Ortega y Gasset
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Lennon - musicphilosophy |
Mindfulness: la gran fuerza de los “nuevos” desarrollos en
psicoterapia. Suena bien, suena sofisticado, pero por supuesto, no es nada
nuevo: la atención flotante y la libre asociación freudianas (aunque parece ser que Freud consideraba la meditación como regresión), la fusión psicoanálisis-zen de Fromm, la psicología
humanista de Rogers en torno a la aceptación, o las técnicas de Gestalt y
focusing, podrían entenderse como aproximaciones al mindfulness; los poderes
cognitivistas simplemente lo empaquetan mejor (y en su defensa, lo intentan
entender con más rigurosidad también). Mi interés personal en concreto nació de cierta asistencia regular a Casa del Tibet de Barcelona hace bastantes años (antes y después de un viaje a India, que también sumó) y la comprensión lúcida que encontraba en las reflexiones (y práctica) desde la meditación y el abhidharma sobre el funcionamiento mental que por simplicidad, coherencia y practicidad me ayudaban mucho (principalmente al trabajar en ansiedad y personalidad). Es, en cualquier caso, una perspectiva creo que muy interesante como parte del camino que pretende tomar la psicoterapia en el s XXI.
Efectivamente, desde la tradición hindú del Yoga, y particularmente
desde el eje de la filosofía budista en sus distintos caminos de práctica
meditativa (Zen, Vipassana), pasando por la filosofía estoica o las prácticas
de la contemplación en el cristianismo, el concepto esencial del mindfulness
lleva mucho dando vueltas. La aportación más relevante desde la psicología
moderna parece ser el mantenerse al margen de consideraciones religiosas en que naturalmente se había desarrollado el mindfulness,
y la intención de estudiarlo bajo una
aproximación científica.
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Atención estándar |
En este sentido, quizás aún se deba definir con precisión qué es el
mindfulness, y qué lo compone. El mindfulness puede entenderse como un prestar atención de una manera
particular: al momento presente, de
forma deliberada, y sin enjuiciar. Hay pues dos componentes: la toma de
conciencia deliberada de lo que existe en el momento presente, más una actitud
de aceptación o no-juicio sobre lo atendido. Estos dos componentes, que parecen
independientes, aportan de maneras distintas a distintos procesos de cambio. Luego,
queda la cuestión de si la atención ha de ser amplia y sin foco explícito (como
corresponde a la pretensión de conciencia plena de la experiencia, y que
conforma el
mindfulness propiamente dicho) o ha de ser de alguna manera
dirigida o concentrada (que posiblemente se parecería más a los procesos
hipnóticos – en este caso autohipnóticos- y puede tener que ver con la posible
explicación del EMDR). Estas dos vertientes (atención abierta y cerrada) también
se encuentran en las tradiciones meditativas: insight versus concentración.
Intentando entender qué supone el proceso de
mindfulness en psicoterapia, me asaltan ciertas ideas como posibles claves actitudinales (no independientes ni exhaustivas, pero prefiero sugerir desde lo observado y sin demasiada tensión analítica):
·
una clave
temporal: centrarse en el presente, y
con ello anular la divagación mental sobre pasado/futuro (irrealidad)
·
una clave
experiencial: se atiende y potencia la
experiencia en sí, y por tanto se cancelan las evitaciones/escapes que son
reacción mental habitual ante el malestar y que tienden a mantenerlo.
·
una clave
sobre el control: se
renuncia al control directo, esforzado, sobre la experiencia. Se acepta la misma como es.
·
una clave
sobre la vulnerabilidad:
se permite la misma, se atraviesa el miedo a estar en posición de
debilidad/fragilidad
·
una clave
sobre la certeza del yo:
se permite el no-saber, el dudar de las soluciones intentadas, el carecer de valoración definitiva
·
una clave
sobre el proceso de cambio: observar y
no intentar cambiar. En general, soltar lastre antes que hacer; aligerar antes que intentar.
Esta suma genera cambio terapéutico en su sentido más general y consensuado:
primero convierte lo no consciente (en sentido de automático) en consciente;
luego esta conciencia cancela el canal habitual (automático de nuevo) de
procesamiento cognitivo: definición/ explicación/ expectativas/ conclusiones/etc y de reacción (acción refleja, no deliberada) y
empuja a un no-saber/no-juzgar que resetea el afrontamiento (problemático) por
defecto. En ese espacio sin reacción se puede entonces curiosear e indagar (desde
la intención y cierta distancia emocional pero sin la angustia del tener que)
nueva información/nuevas perspectivas/nuevos matices emocionales liberados de
pre-juicio y por tanto más simples, más limpias, más reales, menos
racionalizadas, más organísmicas…De ahí, es más simple poder generar,
además con la sensación de hacerlo desde la responsabilidad personal (y la
atribución interna), otras respuestas que induzcan cambio, y éstas reinician el ciclo. Hay subprocesos posiblemente diferenciables que de alguna manera repercutirán diferencialmente sobre distintos fenómenos objetivo (exposición y relajación sobre mecanismos fóbicos y de ansiedad; validación e integración de percepciones emocionales en dinámicas límites; descentramiento y reconstrucción cognitiva y conductual en procesos adaptativos bloqueados; etc).
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insight habitual |
Si uno observa ese ciclo, esto es mucho más común a la
psicoterapia per se que a una escuela (transformar lo no consciente en conciencia;
cambiar la reacción por acción; romper esquemas repetitivos anquilosados y
rehacerlos con información propia nueva; permitirse experimentar para
aprender;…). Quizás de hecho,
la importancia particular del mindfulness es el
concepto de integración no ecléctica que supone; la capacidad de sumar piezas
coherentes a partir sobre todo, en mi opinión, de una idea esencial en la
psicología budista y muy relevante en la psicoterapia moderna: no somos
nuestros contenidos mentales (pensamientos, sensaciones, emociones): el
cogito ergo sum queda cancelado; incluso cómo soy no es quién soy. De
hecho, ahí radica la cierta perplejidad que me produce el ver el mindfulness
fagocitado por el marketing cognitivo-conductual: donde éstos
pretendían reorganizar de manera dirigida los contenidos mentales,
particularmente de pensamiento (reestructuración cognitiva), el mindfulness en esencia aboga por crear una vacuidad, un descentramiento, una distancia de los contenidos (que desidentifica, y que también permite que
éstos se renueven y reorganicen, sí, pero como un subproducto no deliberado). Claramente, no creo que sea una
terapia, y tampoco creo que sea una técnica (aunque puede generar técnicas que estructuran): diría que es un observarse de otra
manera, como algo que se desea comprender sin juzgar (ni explicar), y por tanto
no pertenece a una escuela sino a un estilo: es, al menos en origen,
una mirada y un conjunto de actitudes, y si se quiere, unos valores sobre qué es estar vivo.
Se aceptan sugerencias.
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