19 de agosto de 2012

PNL y otros humos


Los psiquiatras tienen sus Big Pharma como grano en el culo que, sin embargo, les da oportunidad a bucear y reanalizar su práctica (y, en algunos casos, incluso su identidad). Los psicólogos, por otro lado, nos sentimos satisfechos de no ser tarotistas o mentalistas televisivos, pero nuestros granos en el culo son realmente mucho más sutiles y por tanto más difíciles de reconocer y de usar como aliados en nuestra propia progresión profesional. Cuando estudiaba en la Uni el enemigo era el psicoanálisis (lo cual obviamente habla de los congénitos 20 años de retraso que todo tiene en este extraño país): preocupaba (con una lógica respetable) la ausencia de evidencias fuertes, el tono críptico, o los tiempos y condiciones tan exigentes que separaban la práctica de la psicoterapia tradicional de la realidad de la demanda no elitista. Había otros tipos (humanistas) pero sonaban algo laxos y todos parecían ser por encima de todo renegados cabreados con Freud. Los sistémicos siempre estaban solos en la fiesta y defendían su condición minoritaria cuchicheando sólo entre ellos, con cierto orgullo de clase (esto pasaba luego en el Hospital también).


En mi primer año de residente, relativamente alineado con el establishment cognitivo-conductual pero con inquietudes incontenibles, empecé a reinteresarme por un fulano que había descubierto por casualidad en el reducidísimo corpus de la biblioteca de la facultad: Milton Erickson. Lo admito: he sufrido el síndrome de admiración de la magia que supongo todo psicoterapeuta en ciernes debe sufrir (la magia como inspiración me sigue atrayendo, pero ya no creo). Así que era inevitable empezar a indagar en torno a los tipos que habían analizado el lenguaje y las formas de hacer terapia del maestro de Phoenix (junto con las de Satir y Perls) y parecían haber sistematizado como PNL: el truco de magia al fin al descubierto. De hecho, recuerdo que en sólo tres o cuatro capítulos de uno de los libros de Grinder y Bandler (más lo mucho leído de Erickson, es cierto) ya había podido hacer inducciones posthipnóticas bastante complejas, así que algo aportaba. Luego empecé a aburrirme del tono grandilocuente - pseudotécnico y del tufillo a hueco y seguí con mis insatisfacciones a buscar otras ideas más esenciales.

En estos casi 20 años parece que nos ha atrapado al fin la ola inevitable de esas inquietudes de renovación revolucionaria de los 70, pasadas por la cultura del pelotazo de los 90. En general, poco han tocado a la psicología académica u oficialista; incluso es posible que impregne poco a la psicoterapia profesional tal y como se practica, pero florecen como setas con nombres sofisticados y evocadores de rigurosidad (un poco de inglés o de "neuro" ayuda). Esas corrientes subterráneas parecen tener varias características comunes:

1. una inusitada sensibilidad comercial para reconocer las insatisfacciones de lo que ellos deben considerar como mercado: en concreto, propuestas de cambio rápidas, con mínimo proceso, y con resultados que lo transportan a uno del estatus de cliente al de iniciado (con posibilidad se sumarse a la estructura piramidal a través de cursos y niveles de practitioners, masters etc).

2. un marketing a veces falto de gusto y de vergüenza pero que combina retóricas aparentemente profesionalizadas con envoltorios de conocimientos novedosos, neurolegitimados, repletos de anglicismos y de desvelamiento de secretos celosamente guardados finalmente "ahora a su alcance".

3. una carencia total de justificaciones o evidencias. Siendo esto algo más o menos habitual entre todas las psicoterapias en un sentido estricto (puesto que gran parte de lo que ahora se llama evidencia tiene poco contacto con la realidad de la praxis, y al fin y al cabo las eficacias no se diferencian mucho), en este caso es mucho más trágico porque las aseveraciones que realizan son inusitadamente fértiles, inacabables, y a veces descaradamente precisas, y por ello más peligrosas: si fueran ciertas, revolucionarían la psicología como disciplina (cosa que nunca sucede). Alimentan el conocimiento dogmático con una autoconfianza de prestidigitador. Y las aportaciones que son correctas suelen suponer redescubrimientos de la pólvora o como mucho observaciones importantes pero no psicoterapias en sí mismas (aunque eso puede tener un valor notable, cómo no: en esta profesión uno necesita recordarse lo elemental con mucha frecuencia, y la observación/escucha es nuestra principal herramienta). En fin, que más que apoyarse en la necesidad de dudar y mirar fuera de lo asumido, e incitar a un diálogo renovador/integrador, se atrincheran en márgenes de autobombo, resentimiento y endogamia pretendiendo ofrecer una visión revolucionaria y total del ser humano (mientras hacen caja con cierta facilidad; esto nunca falta).

Las formas de estos vientos (humos, más bien) tienden a agruparse (algo sospechosamente) de manera que igual te hacen un curso de PNL que de EMDR,  Tapping/TLE, Neuro-Coaching, etc.: la misma gente y en los mismos chiringuitos (realmente un modelo empresarial inteligente, tipo Starbucks: te ofrezco diversidad y la sensación de personalizar tu compra, y alguna cae). Creen realmente en piedras filosofales: esa credulidad da cierto miedo, bien por la ingenuidad salvadora, bien por lo comercialmente estratégico. De esta manera perdemos todos: obviamente los usuarios, pero sobre todo los profesionales, que nos vemos sin debate y sobre todo sin intenciones integradoras de renovar sumando, atrapados en la defensa algo infantiloide de la seudoidentidad de cada uno. Supongo que es nuestra eterna situación preparadigmática (lo cual genera ansiedades de definición y en consecuencia tendencias al punto ciego y a reducir la disonancia cognitiva escindiendo el mundo en nosotros -los de esta tribu particular-, y el resto -los otros curanderos-, y además profesando una fe ciega en dogmas, cual minoría en territorio extraño: radicalizándonos y renunciando a dudar de lo que creemos saber).

Para muestra reciente de la desnudez del emperador (una más), The Eyes Don’t Have It: Lie Detection and Neuro-Linguistic Programming, de R Wiseman y cols., en PLos ONE . La PNL pasó pronto en manos de sus iniciadores del análisis lingüístico de patrones de comunicación terapéutica a suponer una metodología supuestamente consistente y teóricamente fundada sobre cómo desarrollar el cambio con máxima eficacia y mínima inversión de recursos (y muy lucrativa como saber iniciático fuera del establishment que debía ser financiado por los nuevos iniciados; recuerden que Shapiro lo vio rápido con el EMDR, como sabemos). Pretende conformar un saber sobre el cambio que sin embargo carece de un modelo mínimo sobre el funcionamiento psicológico (de la normalidad y la patología) aunque vende retales (el meta-modelo) que o son observaciones obvias, poco novedosas y ya asumidas desde la comunicación terapéutica más o menos estándar (mapa-territorio), o carecen de cualquier fundamento cuando precisamente reivindican visiones revolucionarias y ocultas (sistemas representacionales y movimientos oculares); son técnicas empastadas y simples de transmitir para iniciados poco exigentes y no más (quizás por esto tienden con el tiempo a encontrar su nicho en la formación de estudiantes de psicología insatisfechos, en talleres para consumidores crónicos de lo alternativo, y en el coaching empresarial). Bien, rodeados como estamos de ruido sin sustancia podría parecer un ensañamiento innecesario, pero en el descaro de esta peña hay que reconocer que hay una falta grave:

To be able to make with any confidence   any   single   one   of   these   claims   about   the human   mind   and   behaviour   would   necessitate   an enormous   amount   of   honest   systematic   work,   the gathering together of mass of data, and the deployment of not a little ingenuity. In the absence of such effort and diligence, it would be dishonest and perverse to use these claims   as   teaching   material,   particularly   when   the trainees are people who earn their living by ministering to the welfare or education of others.

M Heap, The validity of some early claims of NLP.

Yo, mientras tanto, me encomiendo a Mark Twain:


No es lo que no sabes lo que te causa problemas, es lo que sabes con certeza y no es así.

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10 de agosto de 2012

Humanidad

Y creían que para que algo exista, necesita tener una posición en el espacio y el tiempo. La llegada de la humanidad les había dado un susto desagradable. La humanidad prácticamente consistía por completo en cosas que carecían de posición en el espacio y el tiempo, cosas como la imaginación, la compasión, la esperanza, la historia y la creencia. Si se les quitaba esas cosas, no quedaba más que un simio que se caía muy a menudo de los árboles.


T Pratchett, El ladrón del tiempo.

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Otras crisis

El problema es que cuando estás en crisis no podés hablar de ella. Cuando llega la calma, en cambio, la crisis se convierte en esos insectos disecados después de muertos, y con tus uñas diminutas podés levantar el cuerpo invertebrado, llevarlo al microscopio para ver qué era eso que te había picado tan fuerte, que te había dejado al borde de la baba, con la muñeca doblada a un costado de la cama, medio muerto y pidiendo la hora al juez.

Ahora que estoy en calma puedo diseccionar el insecto. Es así de simple: no somos una leyenda. A mí lo que más me inquieta es la tranquilidad pegajosa que sobreviene después de la tormenta. ¿Qué la trae, por qué olvidamos, por qué sanamos? En medio de la crisis nadie apuesta una moneda por la paz: la crisis parece interminable, sí, porque el dolor está más vivo que uno. Pero después ocurre algo, un ruido interno como el interruptor del motor del agua, ¡trac!, y llega un silencio reparador.

Algunas otras cosas vuelven a tener sentido entonces. Son las mismas idioteces de siempre, las habituales, pero algo las hace resplandecer otra vez después de una crisis: las ganas de escribir, ir a la cancha, dormir con una mujer, jugar al póker. Todo eso ha estado siempre, agazapado a los costados de la crisis. Nunca había desaparecido, es cierto, pero era invisible; o mejor: era poco.

Hernán Casciari - No soy yo cuando me disgusto


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