Cuando fuimos héroes
Es difícil construir un libro o una peli sobre la adolescencia que sea capaz de captar la confusión que alimenta ese período y las contradicciones que la desgarran. Siendo irregular e imperfecta, Las ventajas de ser un marginado (2012) tiene aroma a John Hughes / Breakfast Club (aunque sin superarla; esto es un imposible, creo). Sin duda la adolescencia es (idealmente) una travesía en que uno ha de parirse a sí mismo, pero parece con frecuencia que el drama psicosocial en estos tiempos actuales tiene más de reclamación (hedonista), y de ausencia de límites o formas, que de búsqueda del sentido de estar vivo de una manera propia, única, trascendente, mientras el mundo se ha convertido en un absurdo incomprensible. Quizás la adolescencia sea mayormente un coñazo, pero en ella surgen instantes creados de una magia ingenua e irrepetible, Instantes que son vitalmente Necesarios.
Particularmente las últimas palabras de la historia, que son un excelente remate, me han transportado nostálgicamente a esos Instantes nietzscheanos donde el Ahora era eterno y el Todo era el Ser (me he sentido dichoso de haber experimentado lo que en ese momento fue importante -con su banda sonora, cómo no-, aunque ya no pertenezca ahí):
Hay gente que olvida lo que es tener dieciséis al cumplir los diecisiete. Sé que algún día, todo esto serán historias, y nuestras fotos se convertirán en fotografías antiguas. Y todos nos convertiremos en el padre o la madre de alguien.
Pero ahora mismo, estos momentos no son historias. Esto está ocurriendo. Yo estoy ahí. Y la estoy mirando[...]. Lo veo.
En este momento sabes que no estás en una historia triste. Estás vivo. Y te pones en pie y ves las luces de los edificios...y todo lo que te hace maravillarte. Y estás escuchando esa canción mientras avanzas con la gente a la que más quieres en este mundo. Y en este momento, te juro...que somos Infinitos.
(de fondo Heroes de Bowie).
Hasta me ha ilusionado (por un momento) la idea de que mis hijas aún hayan de
pasar por eso algún día.