24 de abril de 2010

¿Rompecabezas o misterio?

En el último libro de Malcolm Gladwell, que compila artículos suyos en The New Yorker de los últimos años, hay uno sobre Enron en que recoge una distinción fundamental de un alto responsable de seguridad nacional de USA: rompecabezas versus misterio. El paradero de Bin Laden es un rompecabezas (sólo hay una respuesta verdadera, y llegar a ella depende de tener la máxima información posible y encajarla correctamente; el rompecabezas se vuelve más simple con cada información adicional verdadera); sin embargo, la evolución de Al-Qaeda es un misterio (no es tanto el incrementar la información disponible -que es contradictoria, amorfa a veces, repleta de opinión, e interesada- como poderla entender, analizar, descifrar; de hecho demasiada información es tan malo como demasiada poca).


Mysteries, though, are a lot murkier: sometimes the information we’ve been given is inadequate, and sometimes we aren’t very smart about making sense of what we’ve been given, and sometimes the question itself cannot be answered. Puzzles come to satisfying conclusions. Mysteries often don’t.
La trama Gürtel es un rompecabezas; el proceso a Garzón es un misterio.

En un chequeo no demasiado exhaustivo (su web ha sido bloqueada hace unos días) de la propuesta DSM5 para los trastornos de personalidad, me temo que se confunden ambos conceptos. Al estilo de un comentario que leí hace unos días a un artículo de prensa sobre la sobremedicalización del dolor cotidiano con antidepresivos ( "Algún dia, cuando se conozca mejor el funcionamiento del cerebro humano, se reconocerá el componente biologico hereditario de las enfermedades mentales y se podrán tratar mejor.": clásico enfoque de rompecabezas - motivado por la ilusión de control, supongo), el DSM5 parece absorber bajo este mismo defecto perceptivo el ámbito de la personalidad, aunque bajo una pátina no tanto biologicista como psicometricista. Me explico: supuestamente, en este nuevo mundo la personalidad debería ser evaluada dimensionalmente en 6 dominios que engloban un total de 37 rasgos. Es decir, cuanta más información tengamos, más cerca de resolver el puzzle (porque hay una imagen estática última a la que todo se remite). En mi opinión, además de ser de un pragmatismo paradójicamente impráctico, esta seudocomplejidad simplona sigue omitiendo la esencia de la valoración personológica, que es ver no sólo cómo la estructura de la misma supone una forma establecida (y generalmente no consciente) de atención (selectiva) a la realidad, y una elaboración característica de lo atendido, sino además una motivación o propósito emocionalmente significativo y simultáneo (y generalmente de origen biográfico anterior).


El carácter es más que un conjunto caótico de rasgos: es una compleja estructura que podría representarse en forma de árbol, en el que los distintos comportamientos son aspectos de comportamientos más generales e incluso estos diversos rasgos de naturaleza más general pueden comprenderse como expresión de algo más fundamental.
El núcleo fundamental del carácter [...] tiene una doble naturaleza: un aspecto motivacional en interacción con un prejuicio cognitivo, una «pasión» asociada a una «fijación».[...] En el centro de cada carácter existen -en recíproca relación una y otro- una forma de motivación por deficiencia y un error cognitivo.
C. Naranjo, Carácter y Neurosis.
Otros añadidos criticables en la nueva propuesta son la presunción de que la falta de sentido coherente del sí-mismo es una rasgo definitorio de los trastornos de personalidad (cuando muchas veces es la excesiva coherencia el síntoma), o la sorprendente reducción de los prototipos de trastornos de personalidad a cinco ( personalmente, soy más partidario de prototipos fenomenológicos que de colecciones dimensionales de rasgos), en un movimiento táctico desconcertante (no sé si bajo la estrategia reificadora habitual de sólo admitir la existencia de aquello de lo que tengo datos que me lo (más o menos) justifiquen, y lo convierto así en (seudo)ciencia establecida).

No, la personalidad no es un rompecabezas que se resuelve mediante la acumulación de información; es un misterio (y por tanto requiere el descifrado atento, flexible, y lleno de huecos, de lo significativo, más que la superposición estandarizable de datos). El DSM-IV no sabe leer más allá de la regularidad de comportamientos, cogniciones o sentimientos, pero al menos sus limitaciones son tan obvias que se sabe cuando te derivan un paciente con TP X que tienes que repensarlo todo de cero porque realmente no significa mucho (cuando te derivan con etiqueta de cluster, ya apaga y vámonos); el DSM5 vende un cambio de enfoque que aunque aparentemente respalda a la psicología, la convierte al modelo positivista y la disfraza con ropas pretendidamente respetables (pero no hay nadie bajo las ropas: sólo ruido).

No compro.

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17 de abril de 2010

Reescribiendo el Trauma

Existe una controversia fundamental en el ámbito de las psicoterapias sobre la equivalencia a nivel de efectividad de los distintos procedimientos terapéuticos. Si bien es cierto que posiblemente los factores comunes son mayoritarios a la hora de explicar la varianza, es probable que, especialmente en ciertos trastornos, haya procedimientos más eficaces que otros (es decir, haya factores terapéuticos circunscritos a la técnica), e incluso que algunos procedimientos sean perjudiciales (ver psicoterapias locas).

En el último número de Clinical Psychology Review se aborda la polémica en torno al Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Hace un par de años, una revisión en la misma revista (Benish et al, 2008) concluía que todo tratamiento bona fide es eficaz en este ámbito; ahora, Ehlers et al.(Clinical Psychology Review 30(2010)269–276) revisan los errores metodológicos (entre otros los sesgos en la selección de estudios, la necesidad de considerar los tamaños de muestras y el tamaño del efecto, y la necesidad de comparar con no-tratamiento) y reconsideran las conclusiones: parece evidente con una perspectiva amplia y exhaustiva que los tratamientos centrados en el trauma (p.e. cognitivo-conductual centrado en el trauma, o el EMDR; es decir, que trabajan esencialmente con la memoria viva del suceso traumático y su significado construido por el sujeto) son más efectivos que los no centrados en el suceso traumático (hipnoterapia, psicodinámica, interpersonal, gestión de estrés).


Una insistencia fundamental de los autores es: cuidadín con el concepto bona fide (una cosa es la valoración subjetiva de que algo tiene el propósito y la face validity de ser terapéutico, y otro el que aún así ha de haber cierta evidencia empírica y/o teórica de que funciona, y de qué funciona, y esto además necesita demostrar que es superior a no hacer nada).


En contextos traumáticos, afortunadamente en la mayoría de casos las personas no necesitan psicoterapia, sino que sus propios recursos permiten una resiliencia sanadora. Sin embargo, con frecuencia observo una presencia por defecto de servicios psicológicos que acuden prestos a intervenir sobre las víctimas de catástrofes. Es posible que la operativa real sea sensata y argumentada, pero también parece ser que a día de hoy, muchos organismos (Cruz Roja, protección Civil) siguen confiando en una técnica de intervención urgente/preventiva (en las 48 horas posteriores al suceso traumático) llamada debriefing que, curiosamente, no sólo es ineficaz sino en algunos casos contraproducente (Rose et al.: Cochrane Database of Systematic Reviews 2002; y la revisión mencionada).

Por tanto, en primer lugar, tenemos que la mayoría de personas no desarrollan TEPT (y sin ayuda profesional; la psicoterapia puede ser tan redundante y narcisista como esas recetas de fluoxetina cuando te deja la novia). En segundo lugar, para los que necesitan terapia hay procedimientos con diferentes niveles de efectividad (y alguno potencialmente patologizante). Y finalmente, la cuestión esencial: ¿por qué esa efectividad diferencial?.

Hace unos 3 meses, un artículo en Nature (via Scientific American) titulado Preventing the return of fear in humans using reconsolidation update mechanisms muestra cómo Schiller y cols. (entre ellos LeDoux) trabajan experimentalmente induciendo una huella postraumática que luego abordan terapéuticamente a través de la extinción simple, o a través de la reactivación explícita y deliberada del miedo antes de la fase de extinción (aprovechando pues ese estado de particular vulnerabilidad que permite su modificación previa a reconsolidarse de nuevo), bien a las 6 horas o bien 10 minutos después. Es éste último grupo el que presenta una desaparición (borrado) del miedo de forma altamente específica e incluso mantenida un año después (ya hay referencias anteriores utilizando sustancias para inducir una extinción de la memoria del miedo, pero esta vez es a pelo, sin drogas). Según Schiller, el grupo de los 10 minutos reescribe la huella de memoria traumática original con información de no-miedo; los otros dos simplemente crean una memoria nueva, en competencia con la traumática, que a veces desplaza a ésta pero a veces no, o sólo parcialmente. Aunque evidentemente son condiciones experimentales de trabajo con miedos condicionados y no exactamente un cuadro clínico de TEPT se puede conjeturar con sensatez: que sabemos que no recordamos el suceso original, sino su reescritura después de la última vez que accedimos al recuerdo; y que para una terapia eficaz es necesario reactivar el trauma, pero no como mera catarsis freudiana sino como paso obligado para que nos abra la ventana que permita reescribir los detalles y el significado del recuerdo (en interacción recíproca) antes de reconsolidarla (por cierto, esto hace más comprensible el misterioso EMDR, al menos en parte). Sin embargo, una reactivación precipitada, acelerada, sin alianza terapéutica, de abreacción y verbalización forzadas, y no individualmente reescrita (más o menos lo que supondría según algunos el debriefing) puede suponer una retraumatización; a pesar de ello parece ser de uso amplio en las intervenciones psicológicas en catástrofes y emergencias (generalizado, dicen algunas voces):

A la vista de los resultados contradictorios es factible preguntarse el porqué de esta aceptación incondicional. Son muy distintas las respuestas, y quizá no se ha llegado todavía a un consenso claro, sin embargo, no parece posible entender la situación actual sin tener en cuenta intereses que van más allá del propio ejercicio de la psicología, como intereses económicos y legales. Al respecto, algunos autores recalcan el hecho de que a organizaciones, bancos, hospitales y agencias, les conviene continuar utilizando esta técnica dado su bajo coste en comparación con otras y la dificultad de desarrollar alternativas (Kenardy, 2000; Paton, 2000; Stuhlmiller y Dunning, 2000a). Además, gracias a la simplicidad del protocolo es posible emplear la técnica de manera universal, aplicándola a todo tipo de individuos y grupos, sin tener en cuenta su cultura, experiencia o características de personalidad (Paton et al., 2000) algo que reduce enormemente los costos.

Vera-Poseck B. Debriefing: una revisión acerca de la polémica actual. Cuadernos de crisis. 2004;3(2):7-26.

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16 de abril de 2010

Misturado 6

Un libro: El poder del Perro, de Don Winslow.

La guerra al 'narco' causa 22.700 muertos en México (El País, 14-04-2010)

"El poder del perro es la primera gran novela sobre la droga desde que se publicó Dog Soldiers, hace treinta años. Es aterradora y triste, de una intensidad magníficamente sostenida. Es una hermosa visión en miniatura del infierno, con toda la locura moral que lo acompaña."
James Ellroy


En el prólogo, Rodrigo Fresán: “si el diez por ciento de “El poder del perro” fuese verdad, sería algo horripilante. Que el noventa por ciento pueda ser cierto resulta casi insoportable”.
El bebé está muerto en brazos de su madre.

A juzgar por la forma en que yacen los cuerpos (ella encima, el bebé debajo), Art Keller deduce que la mujer intentó proteger al niño. Debía saber, piensa Art, que su cuerpo blando no podría detener las balas (de rifles automáticos, desde esa distancia), pero el movimiento debió ser instintivo. Una madre interpone el cuerpo entre su hijo y quien quiere hacerle daño. Así que se dio la vuelta, se retorció cuando las balas la alcanzaron, después cayó su hijo.

¿De veras creía que podría salvar al niño? Tal vez no, piensa Art. Tal vez no quería que el niño viera surgir la muerte del cañón del arma. Tal vez quería que la última sensación del niño en este mundo fuera la de su pecho. Envuelto en amor.



Una serie: Treme (HBO). De los creadores de The Wire. Sublime.


"Esta es una historia sobre la cultura y cómo la cultura urbana estadounidense define cómo vivimos", explicó David Simon en una entrevista en el periódico británico The Guardian. "¿Qué hace a los estadounidenses ser estadounidenses? La única cosa que indiscutiblemente le hemos dado al mundo es la música afroamericana. En un bar de Sudáfrica o Kathmandú, si tienen un jukebox, encontrarás algo de Michael Jackson, Otis Reading o John Coltrane. La colisión entre los ritmos africanos con la escala pentatónica y la instrumentación y arreglos europeos se produjo en un área de 12 manzanas de una ciudad llamada Nueva Orleans que tuvo una experiencia cercana a la muerte en el año 2005".
La crítica también se ha rendido a los pies de este nuevo título que tiene como escenario uno de los vecindarios históricos de Nueva Orleans en el que la música juega un rol muy importante. La serie se desarrolla tres meses después del huracán Katrina y refleja la lucha de un grupo de músicos por reconstruir sus vidas a través de la música y las tradiciones culturales que los convierten, tanto a ellos como a su ciudad, en algo único.

Una imagen sarcástica: a propósito de A psychiatric revolution, A Scull.

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