Pashmarote's Existential Therapy
— He consagrado mi vida a llevar la tranquilidad a las atribuladas vidas ajenas. Cobrando, claro. La vida no está para filigranas. Empecé a trabajar de muy joven en una fábrica de lavadoras, hasta que cerró en la crisis de los ochenta. No sé dónde le pillaría a usted. A mí me dejó en la puta calle. Como a mi edad ya no me iban a contratar en ninguna parte, decidí establecerme por mi cuenta. Hice un curso acelerado de ayurveda, me aprendí los seis chakras o centros de energía inmensurables y con eso y un morro aún más inmensurable, abrí el centro de yoga. Un charlatán no soy: predico reglas de sentido común. Ya sabe: procura ver el lado bueno de las cosas, tómate lo inevitable con paciencia y, sobre todo, no te olvides de respirar. Son simplezas que no hacen mal a nadie. Ni bien, pero ayudan si uno las cree y las practica y eso sucede cuando las dice alguien con autoridad moral. Por eso me hice swami. Para empezar me cambié el nombre. En realidad me llamo Lilo Moña. Me puse Pashmarote Pancha porque suena mejor. Lo inventé yo mismo, sin consultar ningún libro. En la India hay tanta gente que alguien se llamará así, digo yo. Por esta razón o por otra, vaya usted a saber, el negocio me ha ido bien hasta ahora y, lo crea o no, he llevado la felicidad a bastante gente, sobre todo a bastantes mujeres. Las mujeres son más sensibles y le sacan más partido a mi metodología. Los hombres son más obtusos: el dinero y el fútbol les tienen bloqueado el hipotálamo y no les circulan los fluidos vitales. En cambio las mujeres, en cuanto desconectan el móvil, liberan los poderes de la mente y a la que te descuidas ya han alcanzado la percepción extrasensorial. De la expresión de su rostro infiero cierta actitud dubitativa por su parte. No me sorprende ni me enoja: muchas personas dudan de los beneficios de la gimnasia espiritual, pero están equivocadas. Los seres humanos están necesitados de guía y no es difícil guiarlos, porque en rigor no van a ninguna parte. La filosofía y la religión están muy bien, claro, pero son para los ricos, y si uno es rico, ¿para qué necesita la filosofía y la religión? En cambio los pobres no tienen tiempo para la metafísica y la religión hace tiempo que perdió el tren. Ahora bien, alguien ha de responder a las preguntas fundamentales de la existencia. Piense en lo que le acabo de decir y responda a mi pregunta: ¿todavía le parezco un necio?
— Sí —dije.
El enredo de la bolsa y la vida - Eduardo Mendoza.
Es esencial intentar no acabar como Pashmarote. Aunque cierta razón no le falta.
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