Errare pulchrum est
Me embelesa leer libros sobre matemáticas: no entiendo prácticamente nada de la materia en sí (excepto generalmente los primeros dos capítulos, que suelen ser para gente limitada como yo), pero subyace en la disciplina una belleza (fanática y casi obsesiva) que me entusiasma. Leyendo El enigma de Fermat (S Singh) me topé anoche con esta joya estético-filosófica, toda una declaración de principios del arte de saber vivir (es una muestra de admiración de Shimura, un joven matemático japonés, por un compañero aventajado, Taniyama):
" [Él] tenía el don de cometer muchos errores, casi siempre en la dirección correcta. Lo envidiaba por ello y traté en vano de imitarlo, pero me resultó muy difícil cometer buenos errores".
Poético, sabio, extraordinario.
5 comentarios:
Quizá yerro simplonamente -qué veleidad la mía de errar con estilo- pero, dado que dicha virtuosa capacidad es rara, no queda sino seguir y seguir: errores habrán y por ahí de todos modos algunos tendrán la dirección correcta, ¿eh?
Saludos, Gustavo.
Los errores afortunados son una rareza (aunque una afortunada rareza). Pero no hay que confiar demasiado en ellos. No todo el que viaja a la India dscubre América.
Me temo que son más frecuentes los aciertos desgraciados (ya se sabe, eso del camino al infierno empedrado de buenas intenciones...).
Un saludo.
Efectivamente, gran corolario lo de aciertos desgraciados. Y al tiempo, qué libertario es tener el valor de equivocarse.
Pienso que todo proceso de aprendizaje es una serie de errores afortunados, me recordó a eso de "echando a perder se aprende"; supongo que solo es un error desafortunado cuando no trae consigo ninguna enseñanza. Mucha suerte y un saludo.
A mí me enamora la forma de la sentencia y las posibilidades que nos abre sobrte la verdad y la falsedad al uso...
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