9 de marzo de 2009

Déjame entrar


Oscar es un niño tímido de doce años que vive en Blackeberg, un suburbio de la ciudad de Estocolmo a comienzos de la década de 1980. Habitualmente sufre los abusos y palizas de sus compañeros de clase durante el día, y aunque nunca responde, pasá las noches soñando con vengarse, fingiendo asesinatos con un cuchillo en el patio de su bloque de apartamentos. Una noche se encuentra con Eli, que se ha mudado recientemente al piso vecino de Oscar con un hombre mayor, Hakan. Eli, que parece una niña de doce años, sólo sale de noche,
y no parece afectada por el intenso frío.




‘Dejáme Entrar’ es romántica, tiene elementos de violencia y sobrenaturales, y transcurre en 1982 en Blackeberg, un suburbio de Estocolmo. Tomas Alfredson, su director, narra una historia de adolescencia, de amistad, rechazo y lealtad, por un lado perturbadora y oscura pero también poética e inesperadamente tierna. (blogdecine.com)

Tomas Alfredson, da prueba de una inteligencia para hacer cine a través de planos extremadamente trabajados y sobre todo una capacidad para crear una atmósfera enfermiza que contribuye a la intensidad de la película, hasta el punto de enfrentarnos al terror. Oskar y Eli, los dos jóvenes protagonistas se acercan para ver qué es lo que les aleja del mundo de manera irremediable.
Todas las muertes de la película son memorables. Porque son raras y espaciadas. La violencia surge de manera inesperada en un contexto muy realista y al mismo tiempo estilizado (la combustión de una mujer mordida en el cuello y anteriormente atacada por gatos, al contacto del sol, dos secuencias muy impresionantes). Los cuadros, el reparto y los movimientos de cámara obedecen a una dialéctica extremadamente precisa.
...El realizador sueco no dejó nada aleatoriamente: proyectó una fuerza alucinante a través de un discurso extremadamente determinado (sabe lo que quiere). Su cine opera en un registro de los sentidos, utilizando todos los recursos de las imágenes y del sonido; su discurso se construye sobre un rigor, una lógica, un vocabulario preciso y conceptos abstractos. Cada secuencia tiene un sentido. Nada es gratuito. Tomas Alfredson realiza proezas para mezclar el texto y la imagen. Ideal para dar cuenta de la profunda melancolía que inunda esta película como un torrente de dolor. Se puede también ver una fascinación por la reflexión sobre la manera en que los personajes se comunican entre ellos. (cartelera10.com)
Extraordinaria; melancolía, amor, soledad y ternura mezcladas en un envoltorio poético minimalista difícil de igualar. Bellísima. Por ahora, la mejor del año con mucha diferencia.



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