La infelicidad de ser padres
Un artículo en The Psychologist este mes ahonda en un fenómeno que, al menos en contextos occidentales y según lo estudiado hasta ahora, va tomando forma: ser padres incrementa el estrés (sobre todo los primeros años) y disminuye la calidad del matrimonio y lo más relevante, el nivel global de satisfacción vital. La relación no es extraordinariamente clara, pero podríamos decir que al menos parece definido que en sí mismo ser padres no crea felicidad, como tradicionalmente con frecuencia se sostiene.
Tras este fenómeno subyace posiblemente la ilusión de foco (focusing illusion): cuando las personas consideramos el impacto de un factor aislado en nuestra felicidad, tendemos a exagerar su importancia. Si preguntáramos a gente que vive en Ibiza y en Teruel en qué lugar es más probable ser feliz, posiblemente los de Ibiza digan que allí, y los de Teruel igual ("Ibiza, coño, que aquí hace frío y no hay ni mar ni marcha en verano"; el original usa California y el Midwest americano); pero si no hacemos comparaciones enfocadas en el lugar, su nivel de felicidad global informado sería muy posiblemente equivalente. La correlación entre las respuestas de universitarios entre "¿Cuál es tu nivel de felicidad global?" y "¿Cuántas citas (de ligue) tuviste el mes pasado?" es -0.012 si se preguntan en este orden, y 0.66 si se preguntan a la inversa. La ilusión de foco predice una sobreestimación sistemática del efecto de las circunstancias vitales presentes sobre el estado de ánimo, y explica lo contraintuitivo de muchos resultados cuando se investiga sobre el bienestar. Así que cuando imaginamos ser padres, sobrevaloramos ese efecto positivo (por la saliencia de imaginar una sonrisa, un dibujo garabateado el día del padre, un beso con babas) pero cuando la realidad llega, la saliencia la ocupa lo ordinario (que consiste en mayor medida en cacas apestosas, llantos desconcertantes, and so on). Clark et al (2008) comprobaron que ese es el patrón: felicidad anticipatoria el año previo al nacimiento y estrés desmoralizante el año posterior y hasta los 4. Mi señora y yo (2009) podemos confirmar que la valoración global de felicidad desde que la enanilla existe (casi 6 meses) aumenta varios puntos a partir de las 9 y media de la noche cuando la ves durmiendo plácidamente, y a las 8 de la mañana, recién reseteado; de resto la felicidad tiende (con fluctuaciones) a lo teórico.
¿Entonces por qué seguimos experimentando ese deseo parasuicida de tener hijos? Bueno, esta idea de hijos=alegría de vivir es uno de los memes más poderosos que existen: sin esa creencia, por irreal que sea, poco íbamos a durar, y no olvidemos en el 150 aniversario de El Origen de las Especies de Darwin que el sentido de la vida es...perpetuarse (o más precisamente que nuestros genes lo hagan). Así que los que creen que los hijos son una carga que no están dispuestos a llevar, igual son algo más felices, pero se llevan su estilo a la tumba, así que al final no es que abunden.
1 comentarios:
Jajajajaj, buenísimo Gustavo.
Yo tengo tres, imagínate, la pequeña tiene dos años.
Creo que con diferencia abismal es lo mejor de lo mejor que he hecho y me ha pasado en la vida.
Eso si: los primeros meses, por no decir año y medio, ES UN PUTO INFIERNO EN LA TIERRA. Te aseguro que si siempre fuera asì, NI DIOS, tendría crios. Pero poco a poco, y si eres capaz de separar lo accesorio de lo esencial, acaba siendo una maravilla, por la que solo el hecho de haberlo vivido me compensaría el palmar mañana mismo.
Lo que ocurre es que los humanos no solemos ver los matices, y o somos felices o todo es una mierda, y la paternidad o maternidad está absolutamente preñada (valgame la redundancia, jajaja) de matices.
No se si se te ha dado el caso, a mi unas cuantas veces: madre primeriza aterrorizada porque se le ha pasado por la cabeza que su bebé se le cae de los brazos o que lo tira por la ventana. TErrible angustia......hasta que el terapeuta le comenta que a él también se le ha ocurrido especialmente alguna noche que ha estado sin dormir y en un corre corre. Normalmente, es el tipo de caso que se me ha dado, y en esencia tiene que ver sobre todo con lo que planteas en la entrada, las expectativas, y el negarse a reconocerse harta de una situación que hartaría hasta un santo. El reconocer esto le llevaría a la conclusión de que es mala madre, de ahí la vivencia de esos pensamientos como algo externo a ella y amenazante...
Un saludo y grácias por el link.
Publicar un comentario