La vida en un pintalabios
Liberación del campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen
"No puedo ofrecer una adecuada descripción del Campo de Horror en que mis hombres y yo debimos permanecer durante los siguientes meses. Era tan sólo un terreno yermo, desnudo como un corral de gallinas. Cuerpos sin vida yacían por todos lados, algunos en enormes montañas, otros solitarios o en parejas donde mismo habían caído.
Tomaba un tiempo acostumbrarse a ver mujeres y niños desplomarse mientras pasabas caminando a su lado, y resisitirse a ofrecerles ayuda. Tenías que hacerte a la idea de que el individuo no contaba. Uno sabía que cada día morían quinientos y quinientos más seguirían muriendo cada día durante semanas antes de que pudiéramos hacer algo que tuviera el menor efecto. Sin embargo, no era fácil ver a un niño ahogarse hasta la muerte por la difteria sabiendo que una traqueotomía y algunos cuidados podrían haberlo salvado; se veían mujeres atragantarse en su propio vómito porque estaban demasiado débiles para darse la vuelta, y hombres comer gusanos mientras agarraban un pedazo de pan simplemente porque habían tenido que comer gusanos para sobrevivir y ya no podían apenas reconocer la diferencia. [...]
Fue poco después de que la Cruz Roja Británica llegase, aunque quizás no tenía ninguna relación con ello, que apareció una gran cantidad de lápices de labios. Esto no era lo que queríamos; ansiábamos cientos y miles de otras cosas, y no tengo ni idea de quién había pedido barras de carmín. Ojalá pudiera averigüarlo, porque fue un acto de brillantez genial, pura. Creo que nada hizo tanto por esos internos como los pintalabios. Las mujeres yacían en las literas sin sábanas ni pijamas, pero con labios de un rojo escarlata; las veías deambular sin nada excepto una manta sobre sus hombros, pero con labios rojo escarlata. Vi a una mujer muerta en la mesa postmortem y sujeto con fuerza en su mano había un trozo de barra de carmín. Al fin alguien había hecho algo real para convertirlos en individuos de nuevo; eran alguien, no simplemente un número tatuado en sus brazos. Finalmente podían prestar atención a su apariencia. Esos pintalabios empezaron a devolverles su humanidad."
Extraído del diario del teniente coronel Mervin W Gonin, quien fue de los primeros soldados británicos en liberar Bergen-Belsen en 1945 (fuente: Museo de Guerra Imperial; citado en Existencilism, Banksy 2002).
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