Placebo
Hace unos años, en una ponencia en un congreso de medicina psicosomática, expuse la investigación reciente sobre el efecto placebo y su aplicación clínica. Decía entonces algo así:
Concepto de placebo: según Brody, es un cambio en la salud o estado físico de una persona atribuible al impacto simbólico de un determinado estímulo. Es simbólico además de por exclusión de bioquímico, porque en sí existe como condición la conciencia de recibir ese estímulo, atribuirle un valor terapéutico, y esperar el cambio. Pero su desconocimiento más allá de los ensayos clínicos hacen del efecto placebo un punto ciego de la medicina moderna.
Después de revisar los modelos explicativos, y deshacer algunos mitos en torno al placebo, me atrevía a sugerir que de alguna manera (y no sólo como pastillas), los placebos en un sentido amplio podían ayudar a mejorar la práctica clínica.
Hoy he leído que en USA ya han comercializado un placebo para niños (¿para adultos no?) en formato pastillas. La controversia puede seguirse en este artículo del New York Times. Ya hay estudios que han demostrado que en niños con trastorno por déficit atencional con hiperactividad tuvo una eficacia alta, aun cuando tanto niños como padres sabían que no era un fármaco real.
Evidentemente, hay quien dice, no sin razón, que esto puede conducir a un abuso, específicamente en el sentido de generar en los niños una creencia intensa en que toda capacidad de curación proviene de tomar una pastilla, con lo que paradójicamente se estaría debilitando otra forma de autocura (como reconocer que el resfriado o una contusión menor mejoran por sí mismos; tenemos un sistema inmunitario mças o menos eficaz en muchos casos). No obstante, bien usado, puede ser una opción al menos más razonable que la tendencia vigente a la autoprescripción indiscriminada por parte de los padres de antibióticos para la gripe o jarabes para la tos que se sabe son inocuos...como poco.
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