Capacidad del ser humano para reponerse de un trauma y, sin quedar marcado de por vida, ser feliz - Boris Cyrulnik
Es un concepto que ha florecido dentro de la corriente actual de la psicología positiva, aunque para los americanosusa es más limitado (reponerse del trauma sin quedar marcado) y para los europeos es más amplio (y ser feliz; ergo hay crecimiento posttraumático). Otra forma de expresarlo más oficial: la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves (Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik, 2001). Según Cyrulnik, hacen falta dos golpes para el trauma: en el primero se sufre, pero en el segundo se vive la confirmación simbólica, la representación interna; lo que antes era posibilidad ahora es preocupación.
La resiliencia no es una disposición fija, sino un proceso dinámico y evolutivo que varía según las circunstancias, la naturaleza del trauma, el contexto y la etapa de la vida y que puede expresarse de muy diferentes maneras en diferentes culturas.
Los apoyos esenciales de la resiliencia son:
Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo, “suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.
Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Los casos de abusos ponen en juego esta capacidad.
Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros. Iniciativa.
Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia.
Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Moralidad. Consecuencia de extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores.
Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre.
De una entrevista a Cyrulnik:
E.: ¿Cuáles son los mecanismos que permiten esta construcción de la resiliencia?
B.C.: Son mecanismos de defensa y adaptación, inevitables pero a menudo costosos y que remiten a la metáfora de la amputación de la pierna engangrenada para salvar al resto de la personalidad. En los niños heridos se encuentran mecanismos de defensa que pueden durar casi toda la vida. Los más frecuentes son el "clivaje" y "la negación".
En lo que se refiere al clivaje, pensamos que si uno comparte su herida, será considerado por el otro como una víctima y que se identificará con su mirada llena de compasión. Esta fórmula conduce a realizar una carrera de víctima: el hecho que los niños de la asistencia pública que no eran enviados a la escuela terminaban como empleados de granja o domésticos era una profecía creativa que existía en la mirada de aquellos que Freud llamaba los normópatos, es decir, anormalmente normales, puesto que se sometían a toda regla social. El polo opuesto del clivaje es que si uno se pasa todo el tiempo expresando su herida, uno se somete a una identidad narrativa que uno terminará por aceptar haciendo (o realizando) una carrera de sub-hombre de pobre tipo pero si uno esconde su miseria y se defiende de la mirada del otro, uno logrará ofrecer de sí mismo la parte sana de su personalidad a costa de, todas las noches en la intimidad, de sufrir a escondidas –lo que se llama "la cripta" - y a revivir para sí su tragedia dolorosa, la cual depurándose con el tiempo se torna más y más violenta. Es el precio de la adaptación a la mirada social.
El segundo mecanismo es el de la negación. Consiste no en esconder como en el clivaje, sino en minimizar los acontecimientos vividos y hacer creer que esta perspectiva es muy normal, lo cual es falso. Es una forma de autoengaño para recuperar la autoestima. Es igualmente un mecanismo de defensa costoso en la medida que impone adaptar su estrategia de vida al engaño y no a sus capacidades familiares, personales o sociales. Eso genera falsas esperanzas, falsas creencias: por ejemplo empleados de granja que sueñan toda su vida en convertirse en famosos comediantes. Algunos lo logran pero la mayoría parten en la dirección de ese sueño sin procurarse los medios para concretarlo. De ahí crueles desilusiones...
E.: ¿Y se desarrolla uno u otro de estos mecanismos?
B.C.: Casi siempre los dos. Es una legítima defensa pero que puede volverse peligrosa.
E.: ¿Existen mecanismos más constructivos?
B.C.: Sí, por ejemplo el altruismo. Es muy frecuente por ejemplo en mujeres violadas que, los dos tercios de ellas frecuentan asociaciones. Esto les permite, a menudo sin hablar de ellas mismas, comprender y saberse comprendidas, escuchadas. Lo que le permite afirmar a Maryse Vaillant que ellas se reparan reparando.
Está también el recurso del humor. Stalin pretendía, respondiendo al poeta Jaques Prévert cuyo espíritu vivaz y espontáneo lo fastidiaba –para un comunista- que "los pueblos felices no necesitan humor". La observación, más allá de ser sospechosa de un humor negro subyacente, no es totalmente falsa en la medida en que el humor permite establecer una distancia con el trauma. Es una forma, expresando su sufrimiento, de provocar la sonrisa y no la compasión y por lo tanto de dominar la situación emotiva. Es lo que describe maravillosamente el film de Roberto Benigni La vida es Bella. Simultáneamente, también muestra la ambigüedad de tal actitud: si el humor permite soportar lo insoportable, puede conducir a adaptarse a la agresión a tal punto de volverse la víctima de la misma. De ahí la última frase de la película: "Ganamos, los engañamos pero estamos muertos de risa..."
E.: En su cruzada contra el pensamiento único en psiquiatría, usted afirma también que es falso afirmar que un niño golpeado será un adulto violento...
B.C.: ¡No solamente es falso, sino que es criminal difundir esta idea!. Muchos ex niños maltratados explican en la intimidad de los consultorios médicos de que cuando se enamoran, la angustia les impide declararse y los lleva a hacer todo lo posible para alejarse del ser querido, a fin de no fundar una familia y de evitar así reproducir el esquema parental. Esto vendría a expresar que los niños que han sido maltratados por sus padres son luego maltratados por la cultura de aquellos que cobran por protegerlos. Efectivamente ellos sólo tratan a aquellos que repiten el maltrato sin tener en cuenta a aquellos que se sustraen. Sólo tienen en cuenta a aquellos que justifican la teoría.
Sin embargo, muchos investigadores del CNRS ( prestigioso Centro de Investigación del Estado francés) hicieron el estudio inverso y mostraron, junto al británico Michael Rutter que sólo el 40 % de los niños maltratados, fueron padres maltratadores.
Extraído de una revisión en papeles del Psicólogo el 2006, que da bastante caña a la psicopatologización excesiva de la experiencia humana ante la adversidad:
REACCIONES ANTE LA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA
La reacción de las personas ante experiencias traumáticas puede variar en un continuum y adoptar diferentes formas:
Trastorno
La Psicología tradicional se ha centrado mayoritariamente en este aspecto de la respuesta humana, asumiendo que potencialmente toda persona expuesta a una situación traumática puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático (TEPT) u otras patologías (Paton et al., 2000) y elaborando estrategias de intervención temprana destinadas a todos los afectados por un suceso de esta índole. Sin embargo, el porcentaje de personas expuestas a sucesos traumáticos que desarrollan patologías posteriores es mínimo. Además, no hay que olvidar que, del porcentaje de individuos que en los primeros meses pueden ser diagnosticados con alguna patología, la mayoría se va recuperando de forma natural y en un breve espacio de tiempo recupera el nivel normal de funcionalidad.
Trastorno retardado
Algunas personas expuestas a un suceso traumático y que no han desarrollado patologías en un primer momento, pueden hacerlo mucho tiempo después, incluso años más tarde. Sin embargo, la aparición de este tipo de casos es infrecuente.
Recuperación
Desde la Psicología tradicional se ha tendido a ignorar el proceso de recuperación natural, que, si bien al principio lleva consigo la experiencia de síntomas postraumáticos o reacciones disfuncionales de estrés, con el paso del tiempo se desvanecen. Los datos apuntan a que alrededor de un 85% de las personas afectadas por una experiencia traumática sigue este proceso de recuperación natural y no desarrolla ningún tipo de trastorno (Bonanno, 2004).
Resiliencia o resistencia
La resiliencia (del inglés resilience) es un fenómeno ampliamente observado al que tradicionalmente se ha prestado poca atención, y que incluye dos aspectos relevantes: resistir el suceso y rehacerse del mismo (Bonanno, Wortman et al, 2002; Bonanno y Kaltman, 2001). Ante un suceso traumático, las personas resilientes consiguen mantener un equilibrio estable sin que afecte a su rendimiento y a su vida cotidiana. A diferencia de aquellos que se recuperan de forma natural tras un período de disfuncionalidad, los individuos resilientes no pasan por este período, sino que permanecen en niveles funcionales a pesar de la experiencia traumática. Este fenómeno se considera inverosímil o propio de personas excepcionales (Bonanno, 2004) y sin embargo, numerosos datos muestran que la resiliencia es un fenómeno común entre personas que se enfrentan a experiencias adversas y que surge de funciones y procesos adaptativos normales del ser humano (Masten, 2001).
Crecimiento postraumático
Otro fenómeno olvidado por los teóricos del trauma es el de la posibilidad de aprender y crecer a partir de experiencias adversas. Como en el caso de la resilencia, la investigación ha mostrado que es un fenómeno más común de lo que a priori se cree, y que son muchas las personas que consiguen encontrar recursos latentes e insospechados (Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik, 2001) en el proceso de lucha que han tenido que emprender. De hecho, muchos de los supervivientes de experiencias traumáticas encuentran caminos a través de los cuales obtienen beneficios de su lucha contra los abruptos cambios que el suceso traumático provoca en sus vidas (Tedeschi y Calhoun, 2000).
En definitiva, lo que se deduce de las investigaciones actuales sobre trauma y adversidad es que las personas son mucho más fuertes de lo que la Psicología ha venido considerando. Los psicólogos han subestimado la capacidad natural de los supervivientes de experiencias traumáticas de resistir y rehacerse (Bonanno, 2004).
Los motivos por los que se viene ignorando la cara positiva del afrontamiento traumático merecen ser considerados. Algunos autores afirman que existe un proceso social de carácter cognitivo, denominado amplificación social del riesgo, que muestra la tendencia general a sobreestimar la magnitud, generalización y duración de los sentimientos de los demás (Paton et al., 2000; Brickman, Coates y Janoff-Bulman, 1978). Esta tendencia puede explicar en parte la victimización a la que se ven sometidas aquellas personas que sufren experiencias traumáticas.
Los mismos profesionales de la salud mental cuando aplican indiscriminadamente instrumentos diagnósticos como el TEPT reflejan una concepción del ser humano desprendido del mundo y buscan en él todas las claves del trastorno. Se omite la influencia de factores externos en el origen y mantenimiento del llamado trastorno de estrés postraumático, es decir, la dimensión psicosocial del trauma que ubica a la persona que sufre en un contexto social (Blanco y Díaz, 2004), y se funciona como si las categorías diagnósticas fueran realidades negativas que deben ser explicadas. Estas creencias explicarían las elevadas tasas de incidencia del TEPT, halladas en algunos estudios.
En este proceso se considera también que las personas que sufren una experiencia traumática, al ser invadidas por emociones negativas como la tristeza, la ira o la culpa, son incapaces de experimentar emociones positivas. Históricamente, la aparición y potencial utilidad de las emociones positivas en contextos adversos ha sido considerada como una forma poco saludable de afrontamiento (Bonanno, 2004) y como un impedimento para la recuperación (Sanders, 1993). Sin embargo, recientemente, la investigación ha puesto de manifiesto que las emociones positivas coexisten con las negativas durante circunstancias estresantes y adversas (Folkman y Moskowitz, 2000; Calhoun y Tedeschi, 1999; Shuchter y Zisook, 1993) y que pueden ayudar a reducir los niveles de angustia y aflicción que siguen a la experimentación de dichas circunstancias (Fredrickson, 1998).
En dos estudios llevados a cabo por Keltner y Bonanno en una misma muestra de 40 individuos que había sufrido la muerte de su pareja, se mostró que las personas que exhibían sonrisas genuinas (aquellas en las que se activa el músculo orbicular del ojo) cuando hablaban sobre su reciente pérdida presentaban un mejor ajuste funcional, un mejor estado de sus relaciones interpersonales y menores niveles de dolor y angustia 6, 14 y 25 meses después de la pérdida (Keltner y Bonanno, 1997; Bonanno y Keltner, 1997).
En otro estudio realizado con 29 supervivientes de accidentes con daños en la médula espinal, se encontró que aunque los accidentados percibían su situación como relativamente negativa, referían paralelamente que su sentimiento de felicidad no había desaparecido y que era bastante mayor del que habrían esperado (Janoff-Bulman y Wortman, 1977).
En un trabajo más reciente sobre los atentados en Nueva York del 11 de septiembre (uno de los pocos estudios sobre el 11-S que no se han centrado en estudiar la patología y la vulnerabilidad), se explica que experimentar emociones positivas como gratitud, amor o interés, entre otras, tras la vivencia de un suceso traumático, aumenta a corto plazo la vivencia de experiencias subjetivas positivas, realza el afrontamiento activo y promueve la desactivación fisiológica, mientras que a largo plazo, minimiza el riesgo de depresión y refuerza los recursos de afrontamiento (Fredrickson y Tugade, 2003).
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