¿Existe la adicción al sexo?
A pesar de la extendida noción de que la adicción al sexo es un equivalente legítimo de otras adicciones, sean químicas o conductuales, hasta el punto de que un empleado de IBM fue despedido hace un año por visitar constantemente páginas porno, y el nuevo parado demandó a la empresa por despido improcedente alegando sufrir una enfermedad mental para la que la empresa no lo ayudó (aquí la noticia) varios profesionales rechazan este concepto de adicción en un artículo reciente. Phillip Hodson, de la British Association for Counselling and Psychotherapy, prefiere describirlo como conducta obsesiva, y considera que hablar de adicciones es americanizar el problema en un modelo médico equivalente al alcoholismo. Glenn Wilson, del Institution of Psychiatry, llega más lejos y argumenta de forma interesante que, si una adicción (cocaína, cigarrillos) cortocircuita químicamente los mecanismos de supervivencia usuales (como sexo o alimentación) por la adquisición de un valor de supervivencia asociado, es difícil ver cómo el sexo crea adicción, si precisamente refuerza un mecanismo de supervivencia básico: el mismo sexo.
A veces me parece que con demasiada frecuencia las adicciones conductuales, independientemente de su categoría diagnóstica, se ven desde ciertos sectores bien como excusas para justificarse médicamente, bien como un mercado de clientes potenciales a los que tratar.
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