Lao-tsé en Guía
Una íntima y bella aportación que Javier comparte conmigo desde Santa María de Guía (Gran Canaria), y yo con ustedes; ya sabemos que la psicología de calado, esa que pretende entender la Vida, se nutre de la literatura.
Coincidimos en el encuentro de las calles de Enmedio y Canónigo Gordillo, allí donde la ferretería hace esquina. Siempre fue una mujer divertidísima, fumadora hasta el fin, admirable, risueña y simpática como pocas he conocido, a la que le entraba la risa en medio de una regañina –y entonces estaba perdida- . Cuando tuve cuatro años, fue ella quien me enseñó a leer y escribir. Tras un pequeño diálogo intrascendente, con sus maneras suaves y algo distraídas, con su expresión afable y hablar pausado, me preguntó: ¿Eres feliz?. Y no me mientas, que a los ancianos no hay quien nos engañe.
La felicidad, esa gran palabra, es un concepto equívoco. Y aunque la canción diga qué bonito nombre tiene, es una entelequia que puede causar daño y angustia. Si algo he aprendido con la edad es que en el terreno de la felicidad no existen ni fórmulas magistrales ni consejos infalibles. Cada cual ha de buscarse su felicidad como pueda.
No deja de ser sintomático que seres humanos que aún andan por el mundo desnudos y desposeídos de casi todo, como los pigmeos africanos o los yanomami amazónicos, no tengan en su vocabulario la palabra felicidad. No la necesitan. Mientras, en nuestra moderna sociedad, las enfermedades psicológicas, la angustia, la ansiedad o la depresión van en aumento. La obligación de ser felices nos convierte en infelices patológicos, a pesar de que hoy presumamos de tener muchas cosas que aparentemente nos deberían procurar la ansiada felicidad.
La conversación pronto finalizó. La esperaban en su casa y hacia ella se dirigió caminando por una acera tan estrecha que era tan ancha como ella. Dejé que se alejara unos metros y la observé marchar despacio hacia la calle del Agua, mientras el bastón en el que se apoyaba le imprimía una cadencia sonora y una serena dignidad a su vejez. Entonces, no sé aún bien porqué, pensé que quizás la felicidad no es un lugar al que llegar; es más bien una manera de andar.
Javier Estévez
2 comentarios:
Genial. Efectivamente Gustavo, y aquí cabe preguntarse el que tiene que ver esa literatura que se enseña mas que la propia psicología sobre la vida y los personajes, con la medicina. Este tema de la entrada tiene que ver con el tema de la entrada anterior. Sobre la felicidad ya hemos intercambiado opiniones, y resumiendo la mía, cuando alguien me dice algo al respecto, del tipo de si soy feliz, yo contesto que por supuesto que no. Lo que no digo es que para mi es sinónimo de imbecilidad, de pasividad y de estupidez. Cuando ESTOY feliz, lo agradezco, pero espero que se me pase rápido, o al menos que me dure lo justo.
Pero claro, ese soy yo, y mi narrar. Esa es mi literatura.
Un saludo.
Hola, Jesús. El mérito que conste que es del colega; pero, compro: el taoísta que siempre aspiro a ser (nunca llego, pero como lo importante es el camino, pues alegría) no puede menos que estar de acuerdo.
Un saludo
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